lunes, 28 de febrero de 2011

Mañana empieza Marzo.






Debería evadir la tensión.
Debería tomarme un té o dos o tres. Pero si son tres tendrían que ser tazas de café.
Podría darme un baño y beber del agua cruda, como le llaman.
El tiempo, la meteorología se me hacen tesoros invaluables. Me fascina saber el tiempo, o siquiera despertar por las mañanas y ver que el cielo está nublado y que una fría brisa baña los bordes de las ventanas. Presiento que será un día normal, no habrá crepitantes mortuorios del sol.
Recuerdo mi sueño de anoche, lo que me consterna sin saber por qué.
Me provocan unos huevos revueltos con tostadas y otra vez café. Siempre tres.
Le televisión, el tiempo, los huevos.
Me gusta ver cómo Muñeca juega con las palomas. Ella se siente una paloma más.
La cabeza me estalla como cada lunes, los martes y miércoles me vuelvo una fruta por lo fresca.
Todo me da tan igual que me pregunto si habrá más tipas así de dejadas como yo. Y me pregunto si estas tipas o mujeres serán muchas o pocas, si vivirán lejos o cerca, si serán parte de aquello que hace del mundo un lugar tan miserable.
El jugo de mango es perfecto, hace fusión con mis oídos, con mis manos, con el clima.
Quiero que llueva todos los días y quiero que llegue el invierno.
Ya no decido salir a caminar muy seguido. Prefiero divagar en privado, dormir en privado, escuchar música de Calamaro en privado.
Me he vuelto una payasa romántica: creo en todo lo que existe y en todo lo que podría existir.





lunes, 21 de febrero de 2011

Pteridofita

Quien sabe quien fue el autor de aquel libro que con indecoroso placer negaba la existencia de una ciencia que, lejos de inmiscuirse en el estilo del propio autor, auditara de cierta manera la escritura empleada desde los inicios de la literatura hasta el dia de hoy. El libro fue escrito en un verano y finalizado en otoño dos años despues de iniciada la redaccion. El autor era un hombre (o mujer) temperamental y de comportamiento extraño. Por ciertas anecdotas en su obra podria presentirse una impulsiva tendencia a divagar. Aquel libro se llama "El submarino de los hermanos Rivera" y el protagonista es un ser asexual dedicado a la crianza de helechos ornamentales.

jueves, 17 de febrero de 2011

Otra versiòn.

Ayer estuvo en mi cuarto por primera vez. Entró bastante tarde, como a las dos de la madrugada, aunque esa hora puede que también sea bastante temprano.
Estaba sin zapatos, pude sentirlo caminar hacia la puerta. Lo curioso es que sólo sentí los tres pasos más cercanos, como si una nave extraterrestre se hubiera encargado de dejarlo exactamente en mi cuarto, posibilidad bastante difícil sabiendo que un monstruo nunca sabe a dónde ir.
La puerta se estremeció por un segundo cuando tomó del pestillo con su peluda mano. Giró hacia la derecha, empujó con suavidad. Había cierto desnivel en el marco que terminó sorprendiéndolo. Aún así, siguió su cometido.

lunes, 7 de febrero de 2011

Babidi




Me llamo Babidi

y soy una mujer.

Mi número es el siete.

Mi color es el turquesa.

En mis ratos libres

peleo,

peleo por el mal

peleo por los malos

para que se haga

justicia.

Peleo de día

y por la noche

sueño con pelear.

Sueño tras sueño tras sueño

pesadillas en las que

los humanos son buenos

y ganan.

y luego despierto y es de día

entonces peleo,

peleo sin cansancio por los malos

por la justicia de los malos

que es la más grande verdad.

en mi planeta.

Me llamo Babidi,

soy mujer

y peleo.





Hoy




Hoy tuve unas tremendas ganas de desaparecer, más que nunca. Desperté completamente distraída mientras el día se hacía cada vez más caliente. Pensé en vivir en un lugar más frío tal vez y sin quererlo tuve náuseas de la vida, del calor y del verano. Considero completamente injusto tener que desenvolverse en circunstancias catastróficas y encima aguantarte el discurso de fe en un Dios que reparte sin que "chorree", como dicen los famosos y resabidos políticos actuales. Es de mal gusto crear seres humanos inocentes sin un fin de mayor envergadura que la muerte. Nosotros los humanos somos como las flores, como los perros, como el plancton, somo equivalentes a todo porque todos somos universo, y aún así no nos preguntamos qué pasa con una flor cuando muere, o que pasa con aquel pollo que en un afán de volar calló desde la azotea a la casa del vecino. Cuando una flor muere simplemente plantamos más flores y cuando se muere nuestra mascota pensamos en tener otra pronto. No es de buen gusto criar un niño para exponerlo al peligro de la ausencia y el abandono, no es de buen gusto unirse a un hombre o a una mujer sólo por procrear, de hecho es inmoral amar para obtener algo, amar por interés. Si digo esto es porque censurarme sería ensuciarme las manos con mi propia sangre, a lo cual me opongo rotundamente.
He oído hablar a mis amigos de temas trascendentales y los he dejado hablando solos a pesar de su terquedad y mi emoción al conversar. He perdido la brújula que aunque malograda de fábrica me mantenía andando en círculos en un bosque espeso y tenebroso pero de cierta forma gracioso. Me piden que me acerque a Dios, me piden que aprenda de Buda, me piden que les regale sonrisas, me hablan de literatura, de política, me dicen que soy un ser egoísta y caprichoso, me dicen que aprenda de los minusválidos, me preguntan qué pasó con Osho y yo no hago más que callar por respeto, ausentarme. Mis amigos al igual que los amigos de cualquier persona no hacen milagros.
La vida es una cárcel, la muerte también lo es. No queda de otra que esperar el invierno o esperar la lluvia, esperar los climas fríos que nos den un abrazo polar, las tardes de viento, las noches con una chaqueta y un walkman, los cafés, las galletas, la tele, las náuseas incontrolables, las ganas de tener ganas.




domingo, 6 de febrero de 2011

El pintor.




Mirar el mar y mirar el cielo, la similitud de los colores nos hacen pensarlos como entes gemelos, sin que en absoluto lo sean. Hablo en voz alta y el científico me dice que el mar se vuelve nubes, que los procesos, que el universo y yo callo con amargura e ignorancia y no hago más que pensar en el color celeste sumergiéndose dentro de su propia claridad. El pintor debe ser un hombre de bastante fama, pues como a los hombres de fama se les da por pintar cada día algo similiar y el público lo seguiría apreciando, así se repita el mismo cuadro una, dos, tres, cuatro veces, cuatro inequívocas veces. A veces pienso que son dos pintores. El pintor del cielo es un ave y el pintor del mar es un pez. Los imagino pintando y me da risa mientras una ola arremete furiosa contra una roca y se rompe en millones de gotas azules. Río y el mar ríe conmigo. Un ave sobrevuela el paisaje, es el pintor del cielo.