jueves, 28 de enero de 2010

Cancion













miércoles, 27 de enero de 2010

Plus ou moins

Ahora necesito
un muchacho
de cuello largo.
Un museo de noche
vacío
y telaraña.
Morderle los labios
a un cisne
que medita
y se toca.
Ahora necesito
un cuello
bastante largo
para pasearlo
de mi puerta
al jardín.
Y decirle adiós.
Pero me faltan
una cuerda floja
y una
coincidencia
o solamente
medio litro
de sanitizer
al fondo de la cartera.

Un apunte

"Cuando estoy triste o aburrido, dicen Ansky en el cuaderno, aunque es difícil imaginar a Ansky aburrido, ocupado en huir las veinticuatro horas del día, pienso en Giuseppe Arcimboldo y la tristeza y el tedio se evaporan como en una mañana de primavera, junto a un pantano, el paso imperceptible de la mañana que va disipando las emanaciones que suben de la ribera, de los cañaverales"...
De 2666, por Roberto Bolaño.

lunes, 25 de enero de 2010

Poema

Catarata bipolar.
No te conocía antes de
Febrero.
Antes me sumergía
ciega y china de risa,
como uno de esos
astronautas
que han perdido su empleo.
Antes caminaba
con los pies y las manos
encerrados,
haciendo un semicírculo
Mis venas verdes
explotan entonces
por dentro
como una cantina,
como los pies de un
herbolario
loco por chakchar
coca.

miércoles, 20 de enero de 2010

Mi pez


Si yo pudiera me convertiría en un animal. En cualquiera de aquellos que vagabundean por el suelo o por el cielo, y viviría en bandadas o en manadas o en jaurías. En grupo. No escribiría en este blog, no pensaría. Las patas se me teñirían de vez en cuando con el lodo y con el pasto fresco. Qué suavidad la de la tierra húmeda y descalza. La toco porque parece tan ligera y en mis manos se vuelve áspera y me gusta más aún. Pero se va. Se desgasta y me doy cuenta que ahora es un río enorme quien me envuelve, y el río habla como un gran padre que posee a sus hijos, un padre que no tolera enredaderas, que te engendra y te olvida, y te vuelve a engendrar y te vuelve a olvidar. Un padre que se orina de risa al verte recorrer como un muerto su vertiginoso cauce. Entonces soy un pez que busca anzuelo o banco, por momentos me acerco a la superficie y siento que el aire no es tan malo, puedo respirar a pesar de mis braquias pero sintiendo que mi cabeza se estira con un desgano imperativo hacia arriba, alguien tira de mi cabeza o de mis escamas y me pierdo en un sueño profundo en el que soy solamente un niño mirando hacia el mar. Me duelen los ojos y la noche en la playa es muy oscura. Me duele la posición de mi espalda encorvada y enfermiza, mis dedos retorcidos por el tiempo, mi aún mas oscura condición física comparada con aquellos pescadores que caminan por el muelle. Este es mi pedazo de playa, sí señor, esta playa es mía y de nadie más. Comienza desde el borde izquierdo del muelle de Puerto Eten, hasta esta roca tan quieta y tan respetuosa conmigo. Se me llena la boca de saliva y de sal, pruebo un poco de agua de mar y me siento vacío. Mi pedazo de playa se ve tan hermoso cuando la marea está alta. El corto espacio se inunda y en vez de tumbarme sobre la arena corro a esconderme entre las pequeñas cuevas que se formaron con el paso de los años. Me gusta estar aqui, así. De pie no entro, por eso me acuesto y todo es perfecto. Me quedo quieto hasta que termina la noche y comienza el día. Puedo ver el mar, y el sol no toca mas que los dedos de mis pies. Se siente tibio y rico. Retozo acostado sobre la piedra. Pienso que si viene un terremoto talvez muera aplastado entonces sago de un brinco y me mojo toditito con las olas retumbantes. Me río solo y nadie me observa. Se me cae la cara de vergüenza de solo pensar lo miedoso que soy. Entonces corro hacia la orilla y me siento a mirar el muelle, los hombres caminando, mi lado izquierdo tan vacío. Mi playa es un fuerte militar, pienso. Soy el soberano de la nada, de un eclipse solar tan desolado. Me tiembla el cuerpo y creo que es hora de regresar a casa. Me da hambre y pena, de nuevo. Abandono mi playa, la dejo allá atrás y de rato en rato volteo queriendo regresar, o tal vez queriendo tener memoria fotográfica, pero toco mis bolsillos, y sé que no tengo nada. A lo lejos, los pocos veraneantes de las cinco de la tarde ríen con locura. Los traspaso. A lo lejos, la basura del verano se mece con el viento que anuncia la noche. Me llevo de recuerdo una astilla en el pie que duele profundamente. Me la saco sin renegar. Traspaso los basurales ya de camino a casa. Vuelvo a ser el hurón que regresa a su madriguera.









martes, 19 de enero de 2010

Pum!

Esta semana de la vida no es ninguna escena dark. No es como ese mostrador de bordes plateados cuya piel se oxida día tras día. No hay ni oscuridad ni matices blanquinegros. No hay colores siquiera que puedan dar contraste ying yang o definir antes-después, bueno-malo, conocido-desconocido. Esta semana la vida se mueve rauda y subrepticia, se come los corazones de las mujeres sin corazón. Le cae del cielo un péndulo que se mece sobre su cabeza sin llegar a tocarla. Se estremece el metal. Se estremece la vida en su semana de suerte. Se estremecen mis ojos ante tal escena. Entonces cambio de ruta y siento que una cuchara me raspa el alma y que las mujeres realmente tenemos o dos cerebros o dos corazones o dos cosas unidas al cuerpo que nos hacen cometer aciertos y errores. Se sentó hace unos días un hombre a mi lado y me habló de caminos bifurcados, de árboles con pájaros temerosos de otro hombre que se trepa para buscar manzanas y no encuentra nada. Me habló luego de lo bueno que era caminar hacia lo desconocido y darse cuenta luego que esas carreras se hacen no con los pies ni con las manos ni sentándose en el baño solo a pensar, mientras tras la puerta pasa un ser transparente de paso zancudo que nos oye callar, movernos, tirar de la palanca. Esas carreras se hacen en silencio y luego con un grito fugaz. O talvez sin grito, y en el mas absurdo y comprensible silencio. Yo no me baño desde entonces sola. Llevo un libro o unas llaves o dejo encendidas las luces del pasillo, todas en forma vertical.

lunes, 4 de enero de 2010

Georg Trakl

Grodek

Por la tarde resuenan en los bosques otoñales
las mortíferas armas, y en las llanuras áureas
y en los lagos azules rueda el sol más oscuro.
La noche abraza a los guerreros moribundos,
irrumpe el lamento salvaje de sus bocas quebradas.
Pero silenciosas en la pradera,
rojas nubes que un dios airado habita
convocan la sangre derramada, la frialdad lunar;
y todos los caminos desembocan en negra podredumbre.
Bajo el dorado ramaje de la noche y las estrellas
vaga la sombra de la hermana por el bosque silencioso
saludando las almas de los héroes,las cabezas sangrantes.
Y en el cañaveral suenan las oscuras flautas del otoño.
Oh, qué soberbio duelo, con altares de bronce;
un terrible dolor nutre hoy la ardiente llama del espíritu,
por los nietos que no han nacido aún.

(Versión de Helmut Pfeiffer)


...



Es posible que el poeta favorito de un hombre que no conozco sea Georg Trakl. Es posible que ese hombre ahora mismo esté leyendo por tercera o cuarta vez alguna de sus obras, demostrando que todos los hombres somos uno y uno es todos los hombres. Acabo de leer algunos de sus poemas en español, pero me hubiese encantado conocer el idioma de Trakl para poder entender la rítmica, para oírlo más que leerlo. Luego revisé su biografía, varias versiones con intentos morbosos por encontrar cosas raras y llamativas y sucias respecto a su vida, y caí en la conclusión de que él era un tipo muy feliz, y me cae bien. Ahora mismo, su historia desde este momento hacia atrás, es la más feliz de todas. Y miles de cabezas y manos brindan por él. Y ahora mismo recuerdo haberlo leído en la época del colegio, en casa, mientras escuchaba el disco Submarino del grupo Me proyecté. Claro que me molesta leer y escuchar música a la vez. Ese único momento me dejé ilustrar por Trakl o por los sonidos. Me dejaron de tarea leer algunos de sus poemas como De profundis, Para el niño Ellis (o también Para El joven Ellis, en otra traducción) y Anif, mi favorito. En el poema Grodeck se escucha todo, se puede escuchar toda la Primera guerra mundial. Pero las traducciones al inglés o al español no proyectan los verdaderos significados, razones o introspecciones sonoras del poeta. Esa es una barrera cultural que me separa, pero que sin duda no es imposible de traspasar. La obra de Trakl, aunque escuetamente leida por mi, se siente muy poderosa, a pesar de su pesadumbre, de su pesimismo. Es extensión y fuerza. Una admirable manera de convertir el carbon en oro. Gracias a Amalfitano leí a Trakl, se lo debo a él. Puede que esta noche sueñe algo al respecto, o que imagine antes de soñar para darle un empujón a este mecanismo distractor del sueño. Entonces imaginaré a un hombre que lee a Georg Trakl. Sentado en una farmacia no sería como él. Talvez pasando a mi lado con un libro en la mano cuando salgo a caminar.