Cada día tengo pesadillas. Sueño con barcos que se estrellan entre montañas marrones como grandes cucharadas de azúcar o de mierda. Los barcos tienen velas blancas a veces, amarillas otras, e incluso algunos permanecen en la total oscuridad.
Cada noche también tengo pesadillas. Sueño con un marciano que me rapta sigilosamente y me lleva a su planeta desconocido. Entonces conozco su planeta y me doy cuenta que es el mejor lugar que he conocido en mi vida. Paso una semana con él y ya no me quiero regresar, pero el marciano, o chico extraterrestre, como me gusta llamarle, dice que la vida es sueño y los sueños, sueños son y que por lo tanto tengo que despertarme en algún momento. Entonces yo le pregunto que si alguna vez ha leído a Calderón de la Barca y me dice que ha viajado mucho en su vida. Le contesto diciendo que esa no es la respuesta que quiero escuchar, pero de pronto despierto y estoy de nuevo sobre la cama destendida, apolillada, avinagrada, abismal, imperceptible y equivocada.