Nunca fuimos lo que se dice, un par de bohemios. Yo más que todo era la que ponía el orden y él solía desbandarse a proposito porque sabía que, de tocar fondo, yo estaría siempre para salvarlo. Cada semana viajábamos a cualquier provincia cercana para conocer el sitio, la gente, y así motivarnos de escribir más cosas. Preguntábamos por el mejor restaurante de cada pueblo y devorábamos sus mejores platillos. Después de unos meses de lo mismo, yo ya me sentía aburrida. Le propuse dejar de vernos por un tiempo. Ël aceptó. Ayer lo encontré en una ferretería. Necesitaba unos clavos.