lunes, 25 de marzo de 2013

Sip




Veo el libro sobre la tapa del water y me pregunto por qué esa carátula. También me doy cuenta de que hace un instante había planeado permanecer por lo menos media hora sentada en el baño leyendo el último libro que he adquirido, pero de hecho no he permanecido más de 6 minutos. Este suceso no me hace más que confirmar lo que más me temía y que, sin embargo, debo aceptar como una realidad, por más cruel que lo parezca: Soy hiperactiva. No puede ser, pienso, es por eso que continuamente pienso, y pienso, y pienso tanto sin parar, hiperactiva yo? Pero si siempre me da por aburrirme de todo y casi nunca puedo terminar una actividad que comienzo…ahhhh ok entonces eso puede ser una señal verdad? He acabado de lavarme las manos sin pensar en que lo hacía y ahora, olvidando absolutamente ese puto asunto de la hiperactividad, me concentro nuevamente en la carátula del libro. Es, evidentemente, el rostro de una mujer, aunque no se pueden ver sus ojos sino solamente la parte inferior de su nariz, sus labios rojísimos y su discreta barbilla. Sus labios están entreabiertos y sostienen una bala. Al fondo, como si fuera una canción que acompaña la escena, veo sus dientes que se perciben parejos y bonitos y que dejan que una ligera abertura entre los incisivos medios me comuniquen algo oscuro y temible. Es, sin duda, una mujer muy bonita. Hay en su recortado rostro trazos de tierra y suciedad, hay en sus labios huellas de lápiz labial y de sangre. A penas he llegado a leer, en mi corto viaje al baño, unas páginas del libro y ya  al comienzo habla de una mujer joven sometida a cierta tortura cuya causa aún desconozco.


Ahora me pregunto cómo es que llegó a parar esa bala en esa boca. Me imagino unas cuantas cosas y me gustaría contártelas personalmente.


Vamos a esperar a que regreses de ese viaje absurdo.


miércoles, 20 de marzo de 2013

Javier Garcés







Lo conocí hace muchos años cuando yo era joven e inexperta, y él era joven e imprudente. En ese entonces, según me contó alguna vez yo lo odiaba, lo odiaba a muerte e incluso habíamos tenido cierto altercado en un concierto subte local. Lo más extraño es afirmar que no recuerdo nada y que me gustaría tal vez recordar todo con precisión y, por qué no, construirme un enemigo eterno, pero bueno, siempre he tenido muy mala memoria. Eso sí, recuerdo haberlo visto muchas veces fumando, tan guapo y tan descriptivamente libre. Pasaron los años y una noche alguien nos presentó, y el resto creo que estaría de más contarlo, verdad? Nos vimos algunas veces, vimos algunas películas y conversamos de varias cosas, conversaciones superfluas, nada en especial. Un día tomamos un vino en su casa y nos besamos. Luego me fui y no lo ví por un largo tiempo.
Pasaron los años y yo comencé mi adicción al trabajo. Trabajaba 12 horas seguidas, 18 horas seguidas, 6 horas y también estudiaba y leía, pero no escribía. Me había vuelto un tubérculo. 
Una noche, en un mes cuyo número de días era par y yo vivía los estragos de ser víctima del estrés y el bullying social, recibí un mensaje de texto. Era Javier invitándome a tomar un trago con otras personas más mientras veían un concierto de Fito Paez. Ese día había despertado decidida a embriagarme sin razón aparente, por eso el mensaje me llegó mientras tomaba ron con una amiga en un bar del centro de la ciudad. Tenía ganas de verlo, hace mucho no sabía nada de él y supuse que estaría igual que siempre y hablaría de las mismas cosas de siempre. Convencí entonces a mi amiga y fuimos a la dirección que Javier me envió. 
Era una casa grande y rara. Coincidimos en llegar junto con ellos, que había ido por más ron y hielo. Y allí estaba Javier, idéntico a la foto mental que me imaginaba, tal vez había engordado un poco, pero no era mucha diferencia. Con el una joven bajita y otro hombre, con barba. 
Entramos por un largo pasadizo y luego subimos unas escaleras, el ladrido de un perro nos asustó o tal vez nuestros estridentes pasos lo asustaron a él. Javier dio la vuelta y gritó al perro y yo miré sus ojos. Miraba a Javier y parecía como si en vez de su mirada en realidad  viera un campo de margarias, pero un campo de margaritas en invierno, un lugar árido y vacío que me devolvían sus ojos pequeños, y en cuya escasa profundidad trataba de sumergir el secreto del universo, o solamente una aguda borrachera. 
Nos posicionamos, todos ebrios, o creo que haberlos visto ebrios desde mi perspectiva. Cantamos una canción de Fito, una que hablaba de una joven que viajaba por el sur de Argentina y luego volvía con las maletas vacías, preguntándose qué pasó, de qué me perdí y quién se llevó eso que llevaba ahí dentro.
La gente fue yéndose poco a poco, y de pronto, sin darme cuenta, Javier y yo nos besábamos con la prontitud de un tango. Cuando reaccioné continué besándolo mientras acariciaba su enorme cabeza y él con ternura apretaba mi entrepierna. De reojo, vi la hora, eran las 6 de la mañana y mi trabajo comenzaba en una hora y media. Bajamos las escaleras, nos despedimos del perro de puntillas y en silencio y caminamos por el largo pasillo. Cuando estábamos por abrir la puerta Javier me cogió de la cintura y me acercó a él. Nos besamos entonces más profundamente y de pronto bajé la mirada y vi cómo el tomaba su pene y comenzaba a masturbarse como un desesperado, como un héroe solitario después de la destrucción del planeta Tierra. Entonces se vino en el piso de ese gran pasadizo y dejó una mancha que ambos miramos estupefactos e inmediatamente no pudimos contener la risa y salimos de alli como quien sale de un divertido show de las Vegas. Me acompañó a casa, nos dimos un beso de despedida, chau mi amor, y se fue. 
Al día siguiente supe que lo habían metido a la cárcel, pero no supe exactamente por qué, dicen que estafa, dicen que homicidio.



domingo, 17 de marzo de 2013

Hasta pronto



Querido S:

           No sé si deba escribir sobre usted, de lejos me pareció atrevido e inoportuno hacerlo dándose las circunstancias y el devenir de estos días tan contradictorios.

              Si hay algo que no me pude sacar de la mente en los últimos días es su mirada entre el público expectante, su sonrisa de sábado, el sabor del agua servida, ese presente cuya armonía cantaba y sintentizaba en su ruido la dicha de verlo todo así, con tanta fluidez.

Todo el mundo sabe que hemos viajado, que somos viajeros de la vida, pero este viaje suyo a nadie le quedó claro, nadie supo por qué. 

Y así es como dicen, que la muerte lo hace pensar a uno.
Y así es como dicen, que para vivir no hay que pensar tanto.

Hasta pronto.

Atte.,

SRV


miércoles, 13 de marzo de 2013

1




Nadie me había avisado que la vida a veces suele ser este devenir nauseoso que olea y serpentea y golpea como un remolino de zapatos.
A veces mi boca pretende que la felicidad sea ese tránsito incestuoso que la atraviesa con el descaro de un cepillo de dientes sin darse cuenta que ella misma ha permitido mil clases de penetraciones de diversos tipos que incluso han tocado aquel tímido límite de las arcadas. 
Me pregunto cómo remediar esta constumbre ahora, esta necesidad de explotar.

sábado, 9 de marzo de 2013

Esta noche





Me pregunto donde estará él ahora
y por qué sobran tantos pies en esta cama
en el pasillo que veo pasar callado y siempre
hacia abajo.
Me encierro entonces en el baño,
donde solo van los heroes,
y pienso que es injusto que ese par de pies
se entrelacen esta noche

y la cocina tan vacia
tan llena de roedores palidos.