martes, 6 de noviembre de 2012

I







Salí de casa y caminé y caminé hasta que los zapatos se me hicieron polvo. No había ni una sola mirada en el lugar donde llegué. Me senté a esperar en una especie de sendero, luminoso y fresco. Comenzó a llover y me trasladé bajo un árbol a dos metros y medio a la derecha. Tenía hambre pero ya era tarde, lejos y oscuro. Un aullido crepitaba la espalda del árbol contra mi espalda. Desperté en Puerto Eten.