Una de las cosas que nos gustaba hacer era hablar
sobre películas, a pesar de mi concurrente apatía por la televisión o por el
cine. Me contó una vez una película sobre Andy Warhol o más bien sobre una de
las amigas de Andy Warhol. No recuerdo su nombre pero era una modelo muy
hermosa, muy loca y muy rica. Nació en Virginia pero cuando cumplió los
dieciocho (edad peligrosa) se muda a New York City para codearse con los
grandes y de cierto modo hacer arte, porque uno de sus sueños era seguir una carrera como actuación, o diseño de modas. Un día en una fiesta de alta alcurnia es observada
desde lejos por un ojo curioso y veloz. Es Andy quien la observa con
detenimiento, la observa bailar con la sutileza de un venado en caso de que los
venados puedan bailar. Alguien le susurra al oído de Andy, es millonaria, ponle
atención, puede beneficiar a The factory, dice la voz. Entonces Andy no
descarta haberse enamorado. Se acerca entonces, intercambian tarjetas, Andy le
pide que visite The Factory, que la espera allí. La modelo asiste con
entusiasmo y sin saber cómo graba una película y al cabo de un mes graba otra
más. Antes que nada Andy le recalca que por actuar en sus películas los actores
no reciben remuneración alguna, que todo es en honor a la fama, y la confundida
pero feliz modelo acepta. Se vuelven muy amigos: viajan, beben, se toman fotos
en las que no falta una joya o una sonrisa.
Aquí, viene la parte triste e insensata
de la historia. La modelo conoce las drogas y, predeciblemente, se entrega en
cuerpo y alma a ellas. Conoce también a un cantante de rock de moda y se siente
enamorada, pero como muchas veces sucede, el amor y la amistad no son platos de
la misma cocina. Andy se entera de la relación entre su modelo-amiga y el
rockerito, y le dice o él o yo. Mi pregunta es ¿Por qué Andy se siente
amenazado ante el nuevo romance de la modelo? La respuesta puede ser celos,
puede ser envidia ante su propia soledad o puede ser cualquier otro sentimiento
nuevo, que como se sabe los humanos somos expertos en inventar. Entonces la
triste y solitaria modelo (otra vez confundida, sobre todo) se decide contra
todo pronóstico por su amigo, quien le daba trabajo, no remunerado, pero
trabajo al fin y al cabo. Pasa el tiempo: el alcohol, las drogas y la soledad
consumen el tiempo de la modelo. Como es natural, gasta todo su dinero en
anfetaminas, LSD y en otras banalidades, lo que la lleva a una rotunda y (quién
lo diría) veloz ruina. Acude entonces a su fiel amigo Andy para pedirle un poco
de dinero para más droga y tal vez un cheesecake. Andy se niega a darle un
centavo, es más la retira de The Factory, prohíbe su ingreso y le pide que por
favor se aleje de su entorno, que no se humille más, que ya llegó muy bajo. La modelo llora, no
comprende la reacción de su amigo y en ese momento reacciona y se arrepiente de
haber dejado el amor por una amistad tan mezquina, tan carente de lealtad, tan
llena de agujeros negros. Busca nuevamente al cantante de rock
infructuosamente. Pasan los años y como ya se imaginaran, la modelo fallece por
sobredosis.
Varias veces le pedí a Sonia que me cuente esta historia.
Me gustaba cómo la contaba, lo hacía con cariño y lejanía.
Intrigante hasta el final!
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