jueves, 8 de agosto de 2013

De una película sobre Andy Warhol



Una de las cosas que nos gustaba hacer era hablar sobre películas, a pesar de mi concurrente apatía por la televisión o por el cine. Me contó una vez una película sobre Andy Warhol o más bien sobre una de las amigas de Andy Warhol. No recuerdo su nombre pero era una modelo muy hermosa, muy loca y muy rica. Nació en Virginia pero cuando cumplió los dieciocho (edad peligrosa) se muda a New York City para codearse con los grandes y de cierto modo hacer arte, porque uno de sus sueños era  seguir una carrera como actuación, o diseño de modas. Un día en una fiesta de alta alcurnia es observada desde lejos por un ojo curioso y veloz. Es Andy quien la observa con detenimiento, la observa bailar con la sutileza de un venado en caso de que los venados puedan bailar. Alguien le susurra al oído de Andy, es millonaria, ponle atención, puede beneficiar a The factory, dice la voz. Entonces Andy no descarta haberse enamorado. Se acerca entonces, intercambian tarjetas, Andy le pide que visite The Factory, que la espera allí. La modelo asiste con entusiasmo y sin saber cómo graba una película y al cabo de un mes graba otra más. Antes que nada Andy le recalca que por actuar en sus películas los actores no reciben remuneración alguna, que todo es en honor a la fama, y la confundida pero feliz modelo acepta. Se vuelven muy amigos: viajan, beben, se toman fotos en las que no falta una joya o una sonrisa.

Aquí, viene la parte triste e insensata de la historia. La modelo conoce las drogas y, predeciblemente, se entrega en cuerpo y alma a ellas. Conoce también a un cantante de rock de moda y se siente enamorada, pero como muchas veces sucede, el amor y la amistad no son platos de la misma cocina. Andy se entera de la relación entre su modelo-amiga y el rockerito, y le dice o él o yo. Mi pregunta es ¿Por qué Andy se siente amenazado ante el nuevo romance de la modelo? La respuesta puede ser celos, puede ser envidia ante su propia soledad o puede ser cualquier otro sentimiento nuevo, que como se sabe los humanos somos expertos en inventar. Entonces la triste y solitaria modelo (otra vez confundida, sobre todo) se decide contra todo pronóstico por su amigo, quien le daba trabajo, no remunerado, pero trabajo al fin y al cabo. Pasa el tiempo: el alcohol, las drogas y la soledad consumen el tiempo de la modelo. Como es natural, gasta todo su dinero en anfetaminas, LSD y en otras banalidades, lo que la lleva a una rotunda y (quién lo diría) veloz ruina. Acude entonces a su fiel amigo Andy para pedirle un poco de dinero para más droga y tal vez un cheesecake. Andy se niega a darle un centavo, es más la retira de The Factory, prohíbe su ingreso y le pide que por favor se aleje de su entorno, que no se humille más, que ya llegó muy bajo. La modelo llora, no comprende la reacción de su amigo y en ese momento reacciona y se arrepiente de haber dejado el amor por una amistad tan mezquina, tan carente de lealtad, tan llena de agujeros negros. Busca nuevamente al cantante de rock infructuosamente. Pasan los años y como ya se imaginaran, la modelo fallece por sobredosis.


Varias veces le pedí a Sonia que me cuente esta historia. Me gustaba cómo la contaba, lo hacía con cariño y lejanía. 



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