martes, 19 de enero de 2010

Pum!

Esta semana de la vida no es ninguna escena dark. No es como ese mostrador de bordes plateados cuya piel se oxida día tras día. No hay ni oscuridad ni matices blanquinegros. No hay colores siquiera que puedan dar contraste ying yang o definir antes-después, bueno-malo, conocido-desconocido. Esta semana la vida se mueve rauda y subrepticia, se come los corazones de las mujeres sin corazón. Le cae del cielo un péndulo que se mece sobre su cabeza sin llegar a tocarla. Se estremece el metal. Se estremece la vida en su semana de suerte. Se estremecen mis ojos ante tal escena. Entonces cambio de ruta y siento que una cuchara me raspa el alma y que las mujeres realmente tenemos o dos cerebros o dos corazones o dos cosas unidas al cuerpo que nos hacen cometer aciertos y errores. Se sentó hace unos días un hombre a mi lado y me habló de caminos bifurcados, de árboles con pájaros temerosos de otro hombre que se trepa para buscar manzanas y no encuentra nada. Me habló luego de lo bueno que era caminar hacia lo desconocido y darse cuenta luego que esas carreras se hacen no con los pies ni con las manos ni sentándose en el baño solo a pensar, mientras tras la puerta pasa un ser transparente de paso zancudo que nos oye callar, movernos, tirar de la palanca. Esas carreras se hacen en silencio y luego con un grito fugaz. O talvez sin grito, y en el mas absurdo y comprensible silencio. Yo no me baño desde entonces sola. Llevo un libro o unas llaves o dejo encendidas las luces del pasillo, todas en forma vertical.

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