sábado, 9 de febrero de 2008

Cuento

Hablando objetivamente, nunca conoceré el porqué de tanta indiferencia. En realidad, sé que necesito más atención de su parte y en momentos he llegado a reclamarla, pero no obtuve respuesta alguna.
Puede que sea el sueño o el cansancio cerrándole la boca mientras lloro y me deprimo, puede que no le vea importancia a lo mío y piense: "boberías", puede que piense que yo misma debería arreglar mis asuntos.
Son las 6:55 de la mañana y logré despertarme después que el despertador sonara a las 6 en punto. Me tomo el tiempo para echar un vistazo a mi cuarto y lo primero que se me presenta es aquella imagen mía que traté de arreglar hace unos días: camisa negra al igual que el cabello, rostro y brazos verdes, como una Hulk moderna. Me pregunto si el haber modificado esa foto significará algún transtorno de la personalidad...¿Falta de aceptación?
Mis ojos se clavaron en las cartas de mi novio pegadas en el revés de la puerta del ropero. Solo las miro y ellas me miran también, asustadas, prefiriendo un silencio de mi parte. Me quedé en blanco. Sin querer, pasaron diez minutos y ya se hizo más tarde aun para ir al trabajo. Me visto con apuro y agrego un cuaderno más a mi maletín ya listo desde hace varios días. Bajo las escaleras con cautela y, atravesando el corredor llego a la cocina. El desayuno es como ella conmigo: a medias. Una taza de avena. No pan, no jugo, no huevos revueltos, no mermelada. si mantequilla agria, cuya cajita está cubierta de polvo y moho. Unas monedas en la mesa, las cojo y salgo corriendo a buscar un taxi. Todos me piden más de lo que normalmente pago. No importa, me subo en el siguiente que para. Me lleva a una velocidad bien rica, no sé cuál será, pero era la que yo quería. Por fin se me complace en algo. Ahora quisiera que el trabajo quedara más lejos, mucho más lejos, en una zona suburbana de otro planeta, en la palma de una mano medio muerta. Empiezo a ver mucho tráfico y no me da tiempo para pensar porque ya un bus muy grande ha golpeado el taxi donde iba yo, y de pronto mi cabeza viene a estrellarse contra una luna que se rompe y todo se llena de sangre. No logro ver al chofer, que por cierto tenía la radio del auto prendida y sonaba una canción muy bella. Sólo veo en mi mente a mi madre con mis hermanas, charlando, una cómoda mañana de domingo, un atardecer, risas, un solo y triste llanto.


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