El frío de esta ciudad no es tan cruel como para nublar mi mente aunque sea por unas horas, sin embargo la novedad y el desorden me ciegan aparentemente como para disimular ante el clima que aún tengo frío. Me llama la atención que hoy no haya tiritado ni cuando comenzó a llover ni cuando, muy de madrugada, se me ocurrió dar un paseo hasta la ventana (odiosa e implacable, almenos conmigo).
Aquella noche la calle, podría jurarlo, era una mujer.
Quise, a pesar de todo, penetrarla desde la temible altura en que me encontraba. Quise ponerle un nombre o saber que ya de por si tenía uno. Pero no pude.
En vez de ello, cerre la ventana y entre en la cama.
El mosntruo Rojo volvó a aparecer.
Quiero que haga frío que me hiele hasta los huesos! Y aquí, solo hace consquillas!
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