Para Richie Zavala.
Mi nombre es Otilia, pero aquí todos me llaman Madame Robert Arnoux. Soy peruana de nacimiento aunque eso no sea algo de lo que me sienta completamente orgullosa, de hecho creo que la nacionalidad no tiene nada que ver con mi suerte, una suerte malévola que adquirí ni bien comencé a tener uso de razón. Provenir de una familia tremendamente pobre, tan pobre que no poseíamos una casa sino que tuvimos que vivir varios años a expensas de una acomodada familia miraflorina, parte de mi vida que no quiero recordar por temor a un autoenferntamiento talve o por verguenza o por escapar del tedio, de la vejez prematura, entonces provenir de una familia así no es un bonito recuerdo ni orgullo para nadie, digan lo que digan, asuman la pobreza como una manera honrada de vivir la vida, sé que en el fondo comparten mi opinión y preferirían cualquier cosa a la humillación de ser pobre. Cientos de personas hubieran dado lo uqe sea por tener la entereza que yo tuve para salir del país. Me las ingenié para unirme a las filas de la Juventud Comunista y así pude obtener un vuelo para capacitarme en París. Allí realemnte cambió mi vida y fue en el mismo París donde sin esperarlo encontré a otro peruano de quien jamás esperé o quise o pretendí tener noticias. Ricardo Somocurcio, un idiota como cualquier otro de quien podría sacar ventaja. Un día después de encontrarnos en París fuimos a su buhardilla. No había mucho tiempo, le pedí que me haga venirme con su boca y de pronto me enamoré. Me hizo el amor. Le hizo el amor a mi pequeña cintura, a mi deseo de sentirme irrigada. No hubo más. A pesar de todo, jamás se lo dije. Le comenté mi próximo viaje a Cuba y no hizo mas que un pequeño berrinche por retenerme con él. Permitió que me fuera y me fui. Poco tiempo después alguien me habló sobre Madame Bovary, una novela de un señor llamado Gustav Flaubert y me sentí colapsada. Tuve fuertes episodios de soledad sumados a una inquietante necesidad por ver a Ricardo. Pero yo no quería repetir la historia de Emma Bovary, así que me convertí en un ser volátil, aunque en el fondo creo que ya había nacido así. Una raza del mal, un ser nacido para la vida casquivana y la mentira. Ahora todo sigue su curso: Estoy casada y mi nombre es Madame Robert Arnoux. La imperiosa necesidad de llamar a Ricardo transita desquiciada mi habitación. No hay tiempo que perder.
Qué buena historia. Narrada tan melódicamente en mi cabeza que parece correr como pluma en papiro viejo con mucha tinta.
ResponderBorrarLindo Fermina... besos!
así que te hicieron venirte con su boca
ResponderBorrarEsto simplemente es la historia de la Niña Mala de la novela "Travesuras de la Niña Mala" de Mario Vargas Llosa...
ResponderBorrarEstoy leyendo el libro. Me enamoré de la niña mala y ahora la empiezo a odiar. --Christian
ResponderBorrarque niña tan mala
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