o la versión onomatopéyica de una risa,
una risa que rompe estruendosa a lo largo
del silencioso pasillo de tu inmaculada distancia,
y que, a pesar de mi desesperación y de mi tristeza, rabia contenida, ira, confusión o amargura,
nada cambia.
ni tu azul cresta derramada convirtiendo al todo en una piscina de colores
y yo ese pez que nada insensible, intrépido
en las profundidades
entre los cardúmenes
en el infinito.
Lujuriosa sonrisa irónica que ondula de par en par en onomatopeyas simíles a cúasares fulgurantes. Yace dormida bajo ese rastro fugaz pero indeleble, esperando la calma.
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