lunes, 30 de junio de 2008

Yo no quiero reírme

Yo no quiero reírme con nadie, yo no quiero sonreír ni mirar de frente ni intentar una sola mirada compartida con ningún sujeto que transite cerca mío, sea quien sea, huela a lo que huela, con ropa o sin ella, sin importarme si algún día tal vez le llegue a habla o a pedir algo. No quiero manzanas sobre la mesa ni cartas bajo la manga, ni ninguna especie de animal pequeño y gracioso que pretenda hacerme sonreír o sentir algo por él, no quiero una minúscula gota de ánimo en la escena, no quiero gris no quiero rojo no quiero verde esperanza. Yo no quiero que me hables ni preguntar por qué no hablas ni contestar si me preguntan no quiero retornar la espalda no quiero graznar como un pato que ha perdido un huevo en el ocaso de un lago bien bonito, que bien puede ser el de los cisnes o la acequia más putrefacta de Chiclayo. Yo no quiero ser huevo ni animal que haga ruido ni quiero tampoco mirar a los animales que alguna vez me inspiraron tanto cariño puro y sincero por un solo segundo y unos después la más devota indiferencia. Yo no quiero pensar en nada, no quiero descansar en nada, no quiero voltear, girar, mirar, pensar, soltar cuerdas, caminar en zig zag, rotar la cabeza 180º, sonreír amargando, sonreír amando, sentir con los dedos en la boca, sentir con los dedos en la sien, sentir caminando hacia atrás, remar hacia tu derecha, remar y hundirme en ese mar congelado y azul, no quiero rendirme de ser otra que no se parezca en nada mi, ser otra especie de pez de la que era antes, ser un pez que nade más rápido tal vez, no quiero ser pez, quiero ser yo de nuevo. No quiero eliminar mi lista de vidas acumuladas tratando de ser distinta, no quiero olvidarme de lo pobre y tremendo que es ser yo, no quiero olvidarme de mi en el cajón de esa maldita profesora con cara de caballo chúcaro, no quiero olvidarme de mi en la maldita clase de educación física, no quiero olvidarme de mi en el puto recreo solitario, no quiero olvidarme de mi porque soy de la puta mare y sin sonreír y sin gustar y sin salir de este caparazón rosadito no soy feliz y siento que debo odiarme por educación, pero no por vocación de ser existente. Yo quiero ser un ser existente magnífico y perfecto y al carajo todos porque la fuerza del cosmos habita en mi desde que nací.



viernes, 13 de junio de 2008

Tu nombre

Tu nombre, tu nombre, tu nombre me persigue por cualquier sitio al que vaya, tu nombre desgarrador como un grito, enceguecedor como una luz marciana que intenta succionarme, que trata de apoderarse de mis escasos momentos de paz. Y me da guerra tu nombre, que pelea con el mundo para exhibirse ante mi, que le encarga a los hombres colocar sus seis mágicas letras desde el cielo hasta el suelo con la pura intención de asediarme y de recordarme una vez más que existes.
Mientras viajo, tu nombre me aterra, es una fiera que me salta a la cara y desgarra mis sentidos sin compasión, sin apiadarse de nosotros y de nuestro enterradísimo recuerdo. Miro asustada y tristemente aquella ventana que me regala tu nombre mil veces más. ¿Acaso tanta gente lleva tan lindo nombre? ¿Acaso tanta gente ama a hombres con tu mismo nombre? Sos inolvidable, mi compás tartamudo, mi reliquia eterna. Y tu nombre... ¿Qué podría decir de tu nombre?, o mejor dicho... qué no podría decir de tu nombre! Tu nombre odiable, tu nombre adorable, tu nombre cáscara que envuelve mi mundo... Tu nombre, eternamente redundable, innombrable, que es inevitable dejar de leer, pensar, pronunciar. Tu nombre, máquina del tiempo que también me sirve para preparar mates eternos.